Héctor Eduardo Ciocchini, La pura alegría


LOS SUICIDAS

Caen en la sombra, erguidos,
coronada la lívida cabeza por crispadas heridas,
rota la voz guardada como un puñal celoso.
Y ruedan como soles en la noche, gritando,
en su vértigo oscuro enamorados
de la fiebre impetuosa de la vida.
Los vi emigrar pálidos del sueño,
sangrando las desnudas cabelleras
en un viento sagrado;
rompiendo
las despreciables ligaduras.
O como agudas flechas, en nube ponzoñosa,
desafiar al Infierno.
Oh ángeles rebeldes,
os canto en las fronteras de vuestro reino impío
como hijo impuro de las negras Furias.
Aún los veo pasar,
con el dorado cuerpo delirante,
cubiertos de una pompa desesperada,
como hidras bebiendo
la dulce pestilencia de la vida.


CISNE DEL CIELO…

Cisne del cielo, pura revelación del agua,
te alejas flotando
sobre la noche imaginaria.
Estás llena de fuego y alto frío,
de suprema substancia irrepetible,
y dejas en el aire tu alabanza.


SE INTERNABA EN EXTRAÑAS…

Se internaba en extrañas geometrías del sueño,
en el silencio de los nuevos soles
y en desiertos de lava sin fronteras.
Su voz multiplicaba la apariencia del tiempo
y en auroras concéntricas llegaba
a la pura alegría.


En: Primera antología poética platense, Ediciones Antonio Zamora, 1956. Selección, prólogo y noticias de Roberto Saraví Cisneros.
Héctor Eduardo Ciocchini (La Plata, 1 de agosto de 1922 – 19 de mayo de 2005). Profesor en Letras, poeta, traductor. Publicó en poesía, entre otros libros, Los Dioses, La noche, Elegías, 1949; Los sagrados destinos, 1954; Canto del prisionero, 1958 y Cielo, 1960.
Es padre de María Clara, secuestrada y desaparecida, junto a su amiga María Claudia Falcone, en La Plata, desde el 16 de septiembre de 1976.

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